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Justicia En Tiempos De Dos Crisis: El COVID-19 Y el Cambio Climático

A medida que los impactos del cambio climático y la pandemia empeoran, las injusticias sistemáticas de larga data continúan beneficiando a las grandes corporaciones por encima del bienestar de todos y todas. Sin embargo, podemos recorrer un camino más justo.

Un trabajador distribuye jugo de naranja en un estante de alimentos en Brooklyn el 14 de abril de 2020. La crisis del coronavirus está aumentando la inseguridad alimentaria.
A worker distributes orange juice in Brooklyn on April 14, 2020. The coronavirus crisis is increasing food insecurity across the country. (Scott Heins / Getty Images)

Esta página fue publicada hace 3 años. Encuentre lo último sobre el trabajo de Earthjustice.

La pandemia del COVID-19 sigue su curso, revelando un abismo de desigualdad en nuestro país a medida que aumentan las muertes y millones pierden sus empleos. Nuestro quebrantado sistema económico y social salta a la vista, junto con las formas en que se prioriza las ganancias corporativas para unos pocos sobre la salud y el bienestar de la mayoría, particularmente las personas de color.

La vulnerabilidad que vive Estados Unidos ante el COVID-19 refleja, en muchos sentidos, nuestra vulnerabilidad frente a la crisis climática — otra emergencia global que se desarrolla en un panorama más amplio pero que también se manifiesta de manera injusta.

Pero hay un mejor camino por recorrer. A través de acciones visionarias y concretas que garanticen la justicia social, racial y económica para todos, podemos protegernos a nosotros mismos, así como al único planeta que tendremos.

¿Cuáles son los paralelos entre el COVID-19 y el clima?

Por mucho tiempo, el sistema político y económico de los Estados Unidos ha priorizado la preservación de las ganancias para algunos privilegiados, por encima del planeta y de los que la habitan.

En relación al COVID-19, los expertos en salud pública han advertido durante años que se avecina una pandemia, que no estábamos preparados y que muchos estadounidenses serían excluidos del sistema de salud.

Del mismo modo, los científicos han advertido sobre el cambio climático durante décadas y que los retrasos en la acción solo conllevarían a decisiones más difíciles.

Sin embargo, el gobierno estadounidense ha actuado con lentitud a la hora de asumir estas crisis, citando a menudo preocupaciones económicas. Mientras tanto, las compañías petroleras continuaron con sus campañas de desinformación, que comenzaron en la década de los 60, cuando se enteraron de que el cambio climático podría generar “acontecimientos catastróficos”. Esta táctica de desinformación se mantiene, esta vez hablando sobre una posible pérdida de empleos debido a las recientes acciones climáticas que ha adoptado el presidente Joe Biden.

Conforme las vacunas son distribuidas y administradas paulatinamente, millones de estadounidenses se han hacinado como resultado de la pandemia. No obstante, el distanciamiento social y su duración también revela grandes desigualdades. Algunos pueden trabajar desde casa, pero otros no tienen ningún hogar para refugiarse. De igual manera, otros están a punto de perder sus viviendas debido al desempleo.

Asimismo, hay muchos que deben elegir entre enfrentar esta emergencia — incluso cuando están enfermos — o arriesgarse a perder su sustento, incluidos los conductores de reparto; los trabajadores agrícolas, de supermercados y de la salud; así como las enfermeras y asistentes de salud en el hogar. Lo hacen a menudo sin el equipo de protección adecuado y en condiciones de alta aglomeración. Son principalmente trabajadores manuales, a menudo son mal pagados y es más probable que sean mujeres y personas de color.

Muchas de estas comunidades están en la primera línea de la crisis climática, y son las más afectadas por las tormentas devastadoras, los incendios forestales y la pérdida de cosechas. De igual manera, es más probable que experimenten escasez de alimentos y agua, enfermedades y pobreza. Son en su gran mayoría afroamericanos e hispanos, y tienen menos probabilidades de recibir la vacuna contra el COVID-19 debido a políticas de cuidado de la salud históricamente racistas y peligrosas.

¿Cómo llegamos a estas instancias?

El COVID-19 revela dos cosas fundamentales sobre Estados Unidos: la falta de una fuerte red de seguridad social y la ausencia de un compromiso de equidad para todos. Ambos están cimentados en un pasado racista y la exclusión económica de este país.

“La decisión de Estados Unidos de dejar que tanta gente siga hundiéndose es porque las personas que se hunden son a menudo afroamericanas e hispanas”, dice el periodista del New York Times Eduardo Porter.

A lo largo de la historia de nuestra nación, estas injusticias sociales y raciales se han manifestado de muchas maneras, como la exclusión de los ciudadanos afroamericanos e hispanos en adquirir una ciudadanía hasta después de la Guerra Civil; políticas de inmigración racistas; y una violación de los derechos humanos de los nativos estadounidenses. Para las personas de color y las naciones tribales, el distanciamiento social de sus comunidades es un concepto muy familiar.

La intersección del racismo, que afecta el lugar donde se vive y los trabajos que se obtienen, supone que las personas de color sean las más afectadas por la pandemia. Por ejemplo, mientras que los afroamericanos representan aproximadamente un tercio de la población de Luisiana, comprenden el 70 por ciento de los que mueren por el virus allí. Disparidades similares se desarrollan en estados como Carolina del Norte, Carolina del Sur, Illinois y Nevada.

Esta vulnerabilidad en aumento se debe a que las personas de color tienen menos acceso a la atención médica y más afecciones de salud subyacentes, incluido el asma, que está relacionado con una mayor proximidad a las fuentes de contaminación y una gran probabilidad de muerte por COVID-19. Adicionalmente, los afroamericanos y los latinos a menudo se enfrentan al peligro porque sus trabajos de servicio son considerados esenciales y no se pueden hacer remotamente.

Estas injusticias también afectan a otras comunidades vulnerables, incluidas las comunidades de migrantes, las comunidades desindustrializadas, las zonas rurales despobladas, los pobres, los trabajadores de bajos ingresos, las mujeres, los ancianos, los desalojados, los encarcelados, las personas con discapacidad y los jóvenes.

¿Cuál es una respuesta justa a estas crisis?

Tanto el COVID-19 como el cambio climático subrayan un concepto fundamental sobre la justicia que las comunidades de primera línea han conocido y sentido durante mucho tiempo. No se puede separar la justicia racial, la justicia social, la justicia económica o la justicia ambiental entre sí. Todo tiene que ver con la justicia. Es por eso que ambas crisis solo pueden abordarse verdaderamente a través de soluciones integrales de base amplia que afronten las injusticias dentro de nuestra sociedad.

Es por eso que Earthjustice apoya la resolución THRIVE, una agenda audaz que impulsa la movilización de creación de justicia y empleo que necesitamos para abordar tanto el COVID-19 como el cambio climático, generando millones de trabajos sindicales e invirtiendo directamente en comunidades afroamericanas, indígenas y de color. También aplaudimos los esfuerzos innovadores del presidente Biden para priorizar una acción climática y la justicia ambiental en su administración. Finalmente, en asociación con otras organizaciones de justicia ambiental, estamos trabajando para que se adopte nuestra Plataforma para Un Clima Justo y Equitativo, que abandera una agenda política nacional que promueva la justicia económica, racial, climática y ambiental para todos y todas.

Reformar rotundamente nuestra sociedad para abordar estas crisis no es tarea fácil.

Pero estas crisis son lo suficientemente grandes como para ser amenazas universales, creando una apertura para respuestas que prioricen el bienestar de todas las personas, y especialmente de las más vulnerables. En esta pandemia, los riesgos de infección entre los trabajadores de primera línea que no cuentan con la protección adecuada también aumentan los riesgos de todos, sin importar cuán cómodamente protegidos y distanciados estén. Lo mismo ocurre con una crisis climática que, en última instancia, amenaza la habitabilidad del planeta para toda la raza humana.

El cambio proviene de la acción colectiva. Después de que los conductores de autobuses en Birmingham, Alabama, se negaran a trabajar sin las medidas adecuadas de distanciamiento social, la autoridad de tránsito adoptó nuevas medidas de seguridad para proteger a los conductores y pasajeros. Una protesta de los trabajadores de la salud en Oakland, California, obligó al Sistema de Salud de Alameda a pagar la licencia por enfermedad a aquellos que se enferman al atender a pacientes con COVID-19. Entre tanto, trabajadores agrícolas en la India protestan por la calamitosa desigualdad que ha existido a lo largo y ancho del país por décadas y que ha sido exacerbada por la pandemia.

Debemos reconstruir nuestra economía de forma sostenible y equitativa que garantice un futuro prometedor para nuestras familias y comunidades, particularmente aquellas que han llevado la peor parte de un sistema que genera ganancias para unos pocos y por encima de nuestro planeta y su gente.

Based in Washington, D.C., Keith is the National Communications Strategist for Partnerships and Intersectional Justice.