La Hija de Una Agricultora Relata su Historia Sobre el Clima.
Nadie conoce la tierra, las aguas y las estaciones como alguien que emplea su vida trabajando con los elementos. Por eso es que no dudo al decir que si se quiere obtener una perspectiva real sobre el cambio climático en los Estados Unidos, hay que preguntarle a un trabajador agrícola.
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Todo el mundo tiene su historia, la mía es simple. Mi madre nos crió humildemente, no teníamos más que lo necesario y ella siempre le daba prioridad a comprar comida orgánica, debido a sus experiencias directas con los químicos que se rociaban en los campos. Se ha pasado la mayor parte de su vida trabajando al aire libre y debido a ello su experiencia y conocimiento sobre las plantas y las estaciones es mucho más amplio que el de casi todos los que conozco. En sus 35 años como agricultora ha cosechado uvas, tomates, peras, cerezas, naranjas, arándanos y fresas; además de cultivar sus propios chiles, frijoles, calabaza y maíz ancestral. Migró a California de Michoacán, México cuando tenía un poco más de 20 años y seguía las cosechas hasta que llegó al sur de Oregón en el Valle Latgawa, que fue donde nacimos mis tres hermanos y yo.
Mi madre trabajando en los huertos de perales de Talent, Oregon. Septiembre, 2015.
Sin nunca ganar más de 13 mil dólares al año, Mamá no vacilaba en llevarnos al trabajo con ella. “Para que aprendan como su madre se gana la vida,” nos decía. Ya fuera para recoger uvas, arándanos, fresas, o despertar a las 2 de la madrugada a prender los calentadores del huerto y evitar que se congelaran las flores de pera, mamá siempre estaba atenta a los cambios de tiempo, los patrones de las nubes y las variaciones de temperatura; lo que determinaba si íbamos a trabajar, sembrar o recoger algo. Por eso digo que nadie conoce la tierra, las aguas y las estaciones como alguien que emplea su vida trabajando con los elementos. Por eso es que no dudo al decir que si se quiere obtener una perspectiva real sobre el cambio climático en los Estados Unidos, hay que preguntarle a un trabajador agrícola.
Como aprendiz de comunicación en la principal organización de derecho ambientalista, presto mucha atención a las noticias a diario. Existen tendencias innegables en la conversación sobre el clima, que construyen historias mayormente centradas en cuán demasiado tarde es para hacer un cambio, o si ya rebasamos el punto de no retorno. Estas historias siempre señalan estadísticas y cálculos hechos por los científicos climáticos y sus predicciones sobre cuánta esperanza queda para la humanidad y el resto de la vida en este planeta. Raramente, por no decir nunca, nos muestran la perspectiva de aquellos que viven los cambios climáticos minuto a minuto. Los medios se abarrotan con teorías sobre el panorama global y los lectores raramente reciben una perspectiva de cerca y localizada de lo que están pasando las personas expuestas a estos cambios.
Arte original creado para la manifestación del Día del Trabajador, 2015.
Puede que mi madre no se considere una ambientalista, ni aun menos una defensora de la justicia climática, pero ella ha vivido los efectos del cambio de clima desde antes que el movimiento climático siquiera comenzara. Durante años, ha estado expresando sus preocupaciones al darse cuenta que cada año todo florecía antes de tiempo; que las estaciones estaban fuera de balance; que la lluvia no llegaba cuando era necesaria; que cada año tenía que plantar sus semillas con mayor anterioridad cada vez y atender sus plantas más de lo acostumbrado. En lo que he ganado un entendimiento más profundo del movimiento ambientalista y climático global, me he dado cuenta de que ni mi madre, ni los trabajadores agrícolas de Estados Unidos están solos. Me he dado cuenta de que las personas de las Primeras Naciones alrededor del mundo están siendo desplazadas por los cambios climáticos; que muchas comunidades de color, en Estados Unidos solamente están siendo expuestas a la contaminación ambiental desproporcionada y que la polución generada por las industrias contribuye al cambio climático, y más que nada, que las comunidades menos responsables por el cambio climático son las que más están sintiendo el impacto. ¿Cómo es que esto es siquiera posible?
Ya el llamado global para tomar acción por el clima se está escuchando de manera muy clara pero ¿qué hacemos para llevar las voces de aquellos que ya están sufriendo las consecuencias? En lo que los políticos de todo el mundo se sientan a discutir las estrategias internacionales para solucionar el cambio climático, las personas afectadas por los cambios día a día están perdiendo sus hogares, sus cosechas, y hasta sus vidas. Desde 2005, por lo menos 26 trabajadores agrícolas han muerto por causas vinculadas al calor y eso es sólo en el estado de California, pero estas historias no están recibiendo la atención que merecen. Sería una injusticia para este movimiento creciente el no hacer un esfuerzo decente para incluir la lucha de aquellos que lo alimentan y no tienen acceso fácil a los micrófonos. Para fortalecer la voz del movimiento de cambio climático y el movimiento ecológico a gran escala, necesitamos hacer un esfuerzo por pasar el micrófono y garantizar que las comunidades que tienen experiencias directas de lo que está sucediendo afuera, tengan chance de expresar su verdad. Esta es la única forma en que podremos crear solidaridad dentro del movimiento de justicia ambiental. Porque la lucha contra el cambio del clima nos pertenece a todos.
Niria Garcia was a communications intern at Headquarters during the spring and summer of 2016. She is a graduate of the University of Oregon where she studied Environmental Studies, Latin American Studies and Non-profit Administration. Her research focused on women-led grassroots environmental justice movements in Brazil.