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El Clorpirifós Dañó el Cerebro de mi Hijo de por Vida

La administración Trump puede cuestionar la ciencia de los pesticidas, pero los que hemos trabajado en los campos sabemos que el pesticida clorpirifós es demasiado tóxico para utilizarlo en cualquier tipo de alimento.

Esta página fue publicada hace 6 años. Encuentre lo último sobre el trabajo de Earthjustice.

La administración Trump puede cuestionar la ciencia de los pesticidas, pero los que hemos trabajado en los campos sabemos que el pesticida clorpirifós es demasiado tóxico para utilizarlo en cualquier tipo de alimento. Me di cuenta de los peligros del clorpirifós poco después de llegar a California, a mediados de la década de 1990, cuando vi un avión accidentalmente rociar este pesticida sobre un grupo de trabajadores que incluían mujeres embarazadas. El grupo enfermó tanto y tan rápido que los bomberos tuvieron que llevarlos al hospital. Todas las mujeres embarazadas perdierons a sus bebés.

La administración Trump puede cuestionar la ciencia de los pesticidas, pero los que hemos trabajado en los campos sabemos que el pesticida clorpirifós es demasiado tóxico para utilizarlo en cualquier tipo de alimento.

Yo tenía 17 años cuando ocurrió ese evento, y aunque aprendí entonces que los pesticidas eran dañinos, no entendí lo terrible que son estos químicos hasta que mi hijo, Isaac, nació con una discapacidad mental. Nadie —ni siquiera los doctores— podía explicarme por qué mi hijo había nacido con discapacidad intelectual y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Pero yo ya sospechaba de los pesticidas y comencé a investigar. Aprendí rápidamente que, según muchos estudios, entrar en contacto con clorpirifós durante el embarazo tiene relación con problemas de desarrollo en los niños, como el autismo. Estoy segura de que eso fue lo que nos pasó. Estoy segura de que el clorpirifós dañó al cerebro de mi hijo de por vida.

No entendí lo terrible que son estos químicos hasta que mi hijo, Isaac, nació con una discapacidad mental.

Cuando estaba embarazada de Isaac trabajé procesando alimentos en una planta. Ahí yo clasificaba naranjas, mandarinas, limones, manzanas, brócoli y otros productos tratados principalmente con clorpirifós. En el equipo había otras nueve mujeres embarazadas, de las cuales yo fui la última en dar a luz en 2006. Con los años supe que cuatro de estas mujeres también tuvieron niños con ADHD. Otros dos de los bebés nacieron con problemas cardíacos y otros dos con problemas respiratorios y una enfermedad de la piel llamada eczema.

Hace dos años recibí todavía más evidencia del daño que los pesticidas le han hecho a mi familia. A finales del 2015, periodistas europeos que trabajaban en un documental tomaron una muestra de pelo de Isaac para hacerle pruebas. Según los resultados, mi hijo tenía rastros de más de 50 plaguicidas en su cuerpo, y el de mayor concentración fue el clorpirifós. De todos los niños estudiados, Isaac mostró la mayor exposición a plaguicidas por mi contacto con pesticidas antes de que él naciera y porque todavía vive y va a la escuela muy cerca de campos agrícolas. El segundo niño más impactado fue uno de Hawai, que tenía 27 pesticidas en su cuerpo. Para mí la raíz de la enfermedad de mi hijo es evidente.

Los resultados de esa prueba me angustió mucho. Yo vivo en Orange Cove, California, rodeada de tierras agrícolas y pesticidas, o sea que aunque yo ya no trabajo en la planta ni en campos con pesticidas o sea mi familia sigue expuesta a estos tóxicos. También sé que hay incontables hijos e hijas de trabajadores y familias rurales que viven con todos los problemas de Isaac, o más, y que todavía siguen siendo envenenados por los pesticidas.

Desde el diagnóstico de Isaac he trabajado infatigablemente para sensibilizar a los trabajadores agrícolas, a los políticos y al público sobre los efectos del clorpirifós en la salud de nuestras comunidades, especialmente en las familias de trabajadores que manejan a diario estos productos químicos. Después de este arduo trabajo hace poco finalmente pensé —como muchos otros activistas— que la EPA aprobaría la propuesta de sus propios científicos que abogaron por prohibir el clorpirifós del mercado este año. Pero el mes pasado el nuevo administrador de la EPA, Scott Pruitt, decidió no prohibir el clorpirifós alegando que los estudios científicos están “sin resolver”. Pruitt tomó esta decisión aunque la misma agencia admitió recientemente que cualquier exposición de alimentos al clorpirifós no es saludable.

Desde el diagnóstico de Isaac he trabajado infatigablemente para sensibilizar a los trabajadores agrícolas, a los políticos y al público sobre los efectos del clorpirifós en la salud de nuestras comunidades.

Que el jefe de la EPA prefiera poner en peligro la salud de nuestro país en vez de protegernos de enfermedades prevenibles me llena de rabia. Hace casi 20 años el clorpyrifós fue prohibido de todos los productos para el hogar porque fue considerado demasiado peligroso para los niños. ¿Cómo, entonces, se permite usar este pesticida tan tóxico en el cultivo de alimentos si sabemos que los trabajadores agrícolas trabajan con sus manos y todos los niños finalmente consumen estos productos?

Saber que miles de bebés por nacer están en riesgo de enfermedades prevenibles es preocupante. Pero la esperanza muere al último. Yo, por ejemplo, estoy comprometida a continuar esta lucha porque si nosotros como padres no luchamos para proteger la salud de nuestros hijos, nadie lo hará. Puede tomar más tiempo y más trabajo, pero estoy segura que eventualmente obtendremos el apoyo de las autoridades y que pronto prohibiremos el clorpirifós de nuestra comida.

Claudia Angulo, a 38-year-old mother of four who lives in California’s San Joaquin Valley.

Established in 1987, Earthjustice's Northwest Regional Office has been at the forefront of many of the most significant legal decisions safeguarding the Pacific Northwest’s imperiled species, ancient forests, and waterways.