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Todos los depositarios de ceniza de carbón en Indiana tienen fugas, aseguran nuevos estudios

Mientras nuevas investigaciones evidencian una contaminación generalizada, industrias pro-carbón quieren debilitar la actual normativa federal y cederle a estados como Indiana, con una triste historia regulando desechos tóxicos, la capacidad de hacer sus propias leyes.

Barbara Deardorff saca agua de su grifo en Wheatfield, Indiana. Productos químicos peligrosos de un depósito para cenizas de carbón se han filtrado en el agua subterránea local.
Barbara Deardorff saca agua de su grifo en Wheatfield, Indiana. Productos químicos peligrosos de un depósito para cenizas de carbón se han filtrado en el agua subterránea local. (Alex Garcia for Earthjustice)

Esta página fue publicada hace 6 años. Encuentre lo último sobre el trabajo de Earthjustice.

Como escritora de Earthjustice, a menudo cuento historias sobre personas de todo el país que me inspiran, luchando contra todo pronóstico o corporativos multimillonarios para protegerse del daño medioambiental, así como para proteger a sus familias y comunidades.

De vez en cuando, estas historias suceden cerca de casa.

Recientemente, muy cerca de donde pasé mi niñez, descubrí que un depositario de desechos tóxicos está filtrando químicos peligrosos al agua subterránea local. Cuando busqué en Google la ubicación de “Wheatfield, Indiana”, me sorprendió ver que estaba a solo 40 minutos en auto de la casa de mi padre, al este del centro de Illinois. A pesar de crecer a un paso de la frontera estatal, nunca pensé mucho en Indiana, más allá del hecho de que vendían mejores fuegos artificiales.

Pero resulta que Indiana tiene otra razón para ser famosa y que seguramente ocasionará otro tipo de chispa. Actualmente, Indiana es el estado con más depositarios para cenizas de carbón. Estos agujeros del tamaño de un campo de fútbol americano contienen millones de galones de ceniza contaminada, creada por la quema de carbón. La mayoría de los 86 estanques de cenizas en Indiana no tienen revestimiento y están cerca de una fuente de agua. Todas menos tres de las plantas de carbón de Indiana tienen depositarios para sus cenizas en una vega de 100 años.


El carbón es muy sucio, como lo sabe cualquiera que haya vivido cerca de una planta de carbón o se haya tragado algunos trozos de éste en un tren en marcha, por lo que no sorprende que la ceniza de carbón, su subproducto, también esté llena de tóxicos. El arsénico, el mercurio, el plomo y el cromo encabezan la lista y la exposición a ellos puede causar graves impactos en la salud.

Gracias a las normas promulgadas por la administración Obama en 2015, sabemos que 15 de los 15 depositarios para cenizas de carbón evaluados en Indiana están contaminando las aguas subterráneas locales, incluyendo Wheatfield. Pero el problema no termina con Indiana. En Oklahoma, por ejemplo, el análisis de datos de Earthjustice y Environmental Integrity Project descubrió que todos los depositarios para cenizas de carbón evaluados estaban contaminando las aguas subterráneas. Con estos datos, es probable que nuestros abogados encuentren más depositarios para cenizas de carbón con fugas entre los datos que dejó la nueva normativa.

A pesar de confirmarse una contaminación generalizada debido a las cenizas de carbón, grupos pro-carbón y de servicios públicos presionaron a la EPA (Agencia de Protección Ambiental, por sus siglas en inglés) para que retire las salvaguardias federales para estos depositarios. En julio, la EPA hizo justamente eso, proponiendo diluir la nueva normativa apenas un día después de que se publicaran los datos de aguas subterráneas. De ser aprobadas, las nuevas normas le devolverán la supervisión de cenizas de carbón a estados como Indiana.

Earthjustice, junto con grupos como Clean Water Action, Sierra Club y Environmental Integrity Project, desafía este retroceso normativo, claro regalo para las compañías de carbón a expensas de la salud pública. Hemos trabajado este tema durante más de una década y no nos detendremos. Al mismo tiempo, trabajamos con nuestros socios regionales para alertar a residentes cercanos a estos depositarios sobre la contaminación de las aguas subterráneas. Así fue como terminé conduciendo hasta Wheatfield, Indiana, donde conocí a personas que viven muy cerca del vertedero de cenizas de carbón.

No es del todo sorprendente que Indiana tenga tantos depositarios para cenizas de carbón, dice la abogada de Earthjustice Lisa Evans, experta legal en residuos peligrosos. El estado tenía una de las normativas más débiles del país.

A pesar de ser la segunda fuente de desechos industriales en Estados Unidos, las cenizas de carbón tienen desde hace tiempo normas más flexibles que las aplicadas a la basura doméstica. Pero todo eso cambió en 2015, después de años de abogacía legal por Earthjustice y otros grupos que presionaron a la EPA a regular las cenizas de carbón. Uno de los grupos involucrados en este esfuerzo fue el Consejo Ambiental de Hoosier (HEC, por sus siglas en inglés), una organización ambiental sin fines de lucro en Indiana. Indra Frank, de HEC, dice que la horrible situación estatal de las cenizas de carbón es un excelente ejemplo de lo que sucede cuando se deja a los estados regularlas por sí mismos.

“El estado tuvo una flexibilidad absoluta hasta 2015, y optó por no regular la eliminación del carbón”, dice Frank. “Es por eso que tenemos cenizas de carbón en nuestras vegas y en nuestras aguas subterráneas”.

Durante años, HEC y otros grupos intentaron que los responsables estatales controlaran las cenizas de carbón, pero fue en vano. Las compañías eléctricas y de carbón en Indiana tienen tanto poder que no importaba si el gobierno era republicano o demócrata. Finalmente, decidieron presionar todo lo que pudieron por una normativa federal para las cenizas de carbón.

“No pudimos avanzar nada en el estado”, dice Frank. Agregando que es probable que vuelvan a permitir la contaminación por cenizas de carbón ahora que la ley federal está siendo atacada.

Mientras manejaba desde la casa de mi padre hacia Indiana por una pequeña carretera vecinal, pasé por los típicos sembradíos de maíz y soja del Medio Oeste. Había letreros en contra de parques eólicos, nada extraño cuando sabes que Indiana es un estado republicano donde las industrias impulsan una exitosa agenda alimentada por combustibles fósiles. Pero también había letreros en contra de nuevas prisiones y ganaderías industriales, sugiriendo una inclinación progresiva a la que estoy más acostumbrada a ver en mi casa, al norte de California.

No pasó mucho para ver las plateadas chimeneas de la planta de energía de Schahfer alzarse a lo lejos, descargando gigantescas nubes blancas de contaminación. Mientras avanzaba por Wheatfield, un pueblo de 850 personas, la planta de energía me seguía como el Ojo de Saurón.

Barb Deardorff, cuya familia ha vivido en el área por cinco generaciones, dice que de alguna manera la planta siempre ha estado en el trasfondo de su vida. En la década de los ‘60s, la familia de su padre se vio obligada a cambiar de hogar después de que Schahfer decidió construir la planta. De niña, mientras pasaba en el autobús escolar, recuerda a la pila de cenizas de carbón creciendo todos los días. Hoy, su casa se encuentra a una milla del depositario.


“Recuerdo que una niña decía que la planta de energía era una máquina para hacer nubes”, dice Deardorff, licenciada en ciencias ambientales y trabajadora del sindicato local de maestros. “Ya entonces tenía la sensación de que cosas terribles salían de esa planta”.

Barb se sorprendió y enojó mucho cuando supo que el depósito para las cenizas de carbón estaba contaminando el agua subterránea del pueblo. Pero se sintió más frustrada cuando lo supo por el periódico local, y no por el departamento de salud o la propia industria Schahfer.

“Nadie nos dijo nada”, dice ella.

Otro residente de Wheatfield, Don Hancock, también supo de la contaminación del agua subterránea a través del periódico local. Carpintero de oficio y coordinador de seguridad en una gran empresa de construcción, Hancock dice que se preocupó por las cenizas de carbón y la calidad del agua después de que a varios de sus familiares les diagnosticaron enfermedades crónicas a una edad temprana.

Aunque no se considera partidario de Obama o Trump, Hancock dice que ver las acciones contra las normativas ambientales de Trump —como con las cenizas de carbón—, le ha hecho darse cuenta de que el presidente solo está comprometido con las corporaciones y el partido republicano.

“Las leyes no deberían cambiar solo porque una administración cambie”, dice Hancock.

En total, cerca de 70 pozos privados se encuentran a una milla de las instalaciones de Schahfer. Aunque Deardorff y Hancock buscan hacerle pruebas a su agua, no está claro si las autoridades estatales tienen la intención de notificar a otros propietarios de pozos sobre la posible contaminación. (Al momento de publicación, el departamento de salud del estado no había contestado nuestra petición de opinión.) Para detectar metales pesados ​​y otros contaminantes se necesitan los servicios públicos, pero la revisión no es obligatoria para pozos privados. Deardorff dice que la gente tendrá que seguir presionando para asegurarse de que todos los pozos sospechosos puedan revisarse.


Mientras conducía los 40 minutos de regreso a la casa de mi padre, pensé en cómo, cuando le dije que volaba a casa para escribir una historia sobre el carbón en Indiana, de inmediato supuso que iría a Wheatfield. Cuando era niño, mi papá y sus amigos viajaban hasta Wheatfield para conocer muchachas de la escuela secundaria local, y recuerda a la planta de carbón como uno de los factores que definían al pueblo.

Pero no tiene que ser así.

Como señaló Deardorff ese día, existen turbinas eólicas al sur del condado y en todas partes la energía solar es cada vez más barata y eficiente.

“Podemos mejorar mucho todavía”, dice Deardorff. “Entonces, ¿por qué seguimos con el carbón?”

Jessica is a former award-winning journalist. She enjoys wild places and dispensing justice, so she considers her job here to be a pretty amazing fit.

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